El aislante térmico, una vez instalado en la cámara de aire, es prácticamente inaccesible. Cualquier defecto en él y en su instalación será, a partir de ese momento, difícil de detectar…
hasta que sobrevienen condensaciones superficiales, e incluso moho, debidos al puente térmico formado donde se haya producido el defecto. Entonces es aún más difícil (y costosa) su solución.
Aunque cualquier aislante es apto para su colocación en cámara, su buen funcionamiento y durabilidad dependen en mayor o menor medida, según el material aislante elegido, de la instalación:
– hay casos en que, por la naturaleza del material, sensible a la humedad, hay que prever cámaras de aire ventiladas y barreras de vapor.
– por otro lado, un aislante con poca rigidez y consistencia puede sufrir asentamientos por gravedad dentro de la cámara, si no se han previsto las fijaciones necesarias.
– los encuentros múltiples con elementos estructurales (pilares, vigas, forjados) y huecos de ventanas, si no se acometen con el debido cuidado, pueden representar una proliferación de puentes térmicos en la propia cámara, y la consiguiente degradación de propiedades térmicas de la pared y riesgo de condensaciones.
– los aislantes aplicados in-situ dependen de reacciones químicas cuyas condiciones de aplicación en obra son críticas para obtener la efectividad esperada de ellos como aislantes (por no hablar del control básico del espesor aplicado).